Tolerencia y religión

Publicado en por Alcides Pimentel Paulino




En democracia no todos los referendos son buenos. El plebiscito que ha tenido lugar recientemente en el paraíso suizo ha destapado un tema que todos tenemos en mente pero que pocos se atreven a denunciar. En tiempos de crisis, aumentan la xenofobia y el miedo a perder la identidad por parte de algunos países desarrollados, ante la presión de la inmigración.


Sobre dicha consulta popular se podrían hacer multitud de lecturas, pero me centraré en dos. La primera es que lo ocurrido en Suiza es el resultado de la ola de laicicismo que se está produciendo en todos los países desarrollados, no solo contra el Islam, sino contra todas las religiones en general. En el fondo se trata del antiguo litigio que libran muchos gobiernos del mundo para separar claramente, religión y Estado. Se trata de situar el hecho religioso en la vida privada de cada uno, para que no entre en conflicto con la vida pública. La guerra contra el terrorismo internacional está muy presente en el imaginario colectivo y  es demasiado vinculada al islamismo radical, para permitir que se realicen consultas como ésta, que pretenden ser democráticas y objetivas.

 

La segunda es la situación de la Iglesia católica en este asunto. La patata caliente está en el tejado de El Vaticano, ya que lo coloca en una situación comprometida. Por un lado, se equivocaría la Iglesia al dedicarse a atacar al Islam, por competir por los creyentes en su territorio, ya que el enemigo no es el Islam, sino los laicos y ateos de todo el mundo que perciben a las religiones como un mecanismo de atraso y una dificultad añadida para la comunicación entre los diferentes pueblos del mundo. Las famosas caricaturas de Mahoma fueron publicadas por un medio laico y privado, no desde una organización católica. 

 

Desde El Vaticano son conscientes de que defender al Islam les haría parecer poco protectores ante sus fieles, que podrían entender el asunto como una cruzada del Islam en territorio cristiano, y no como un asunto entre creyentes y no creyentes. Bien sabe Benedicto XVI (Joseph Ratzinger), que el enemigo de hoy no es el Islam; por eso se han apresurado en decir que no les parecía bien este tipo de consultas. En Italia se quieren retirar los crucifijos de las escuelas públicas. En Suiza, un referéndum prohibe la construcción de más minaretes en su territorio. En España, una proposición no de ley evalúa retirar todos los símbolos religiosos de las escuelas públicas. Según el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el crucifijo en las escuelas vulnera la libertad religiosa de los alumnos.

 

En Suiza residen unos 400.000 musulmanes y del total de mezquitas del país, solo existen cuatro con minaretes. Desde ellos no se llama a la oración a los fieles para no violar las normas suizas sobre contaminación acústica. Según los preceptos del Corán hay que rezar cinco veces al dia, algo excesivo para el pequeño y silencioso país alpino. También se podría votar en contra de los minaretes porque rompen con la fisonomía urbana, pero me temo que no se trata de eso. 

 

El límite entre la tolerancia y la libertad religiosa es muy confuso. En España, por ejemplo, existe la libertad de culto, pero en el momento en que los musulmanes intentan construir una mezquita, todo se les vuelve en contra, como ocurrió en Cataluña no hace demasiado tiempo. No es que las mezquitas afeen el paisaje urbano. Y no podemos negar el hecho de que Europa tiene unas raíces cristianas evidentes, como exigía El Vaticano que se tuviera en cuenta en la Constitución de la Unión. Desmontar el tinglado religioso del pasado tiene que hacerse con sensibilidad y seriedad, ya que se trata de un tema que afecta la convivencia entre los creyentes y los no creyentes.   

 

No caigamos en la trampa de ser demasiado modernos o vanguardistas, puesto que si a alguien se le ocurre construir una Iglesia en territorio musulmán lo más probable es que se encuentre con más de un inconveniente. Todavía es demasiado pronto para que las principales religiones se respeten equitativamente, ya que las guerras y las cruzadas emprendidas en nombre de ellas quedan lejos en el tiempo, pero su impronta permanece en el imaginario colectivo.

 

En un contexto de crisis económica global, está de más plantear un referéndum sobre un tema tan complejo como éste, ya que como bien dicen los expertos, las actitudes y hechos racistas, xenófobos e intolerantes aumentan. La razón principal es que la gente busca un culpable, alguien en quien descargar su rabia u odio ante una situación adversa, como puede ser la pérdida del trabajo. La democracia no es perfecta. Recordemos que Hitler, con todas sus rocambolescas ideas, también fue elegido democráticamente.

 

En este momento, la islamofobia que existe en Europa y en otras partes del mundo, no debería de resultarnos tan extraña. Ni antes eran tan tolerantes los suizos, ni ahora son tan xenófobos. Alegando a los derechos humanos, se puede reprimir el resultado del referéndum (57% a favor de prohibir los minaretes). Sin embargo la relación que se establece entre Islam y delincuencia es un tanto injusta, aunque algo tenga de realidad. Todos los fundamentalistas,  primero son religiosos u hombres de fe.

 

Lo que ha ocurrido en Suiza se puede criticar pero no penalizar, ya que el país alpino no forma parte de la Unión Europea y sus habitantes votaron libremente. Las encuestas que se realizaron previamente al referéndum decían que alrededor del 53% se opondría a tal propuesta, mientras que solo el 37% estaría a favor. Este hecho volvió a demostrar la distancia que existe entre lo que la gente dice y lo que realmente piensa. 

 

Desde Turquía se pide a los musulmanes ricos que retiren su dinero de los bancos suizos, como forma de castigo o boicot contra la iniciativa promovida en el país helvético, y que podría exportarse a otros países europeos. Este asunto complica la incómoda posición de Turquía como nexo entre la Unión Europea y el mundo islámico, y su ya conocido excepcionalismo dentro del universo musulmán. Futbolísticamente hablando, se trata de un golazo a la Alianza de Civilizaciones promovida por el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero y por el primer ministro turco Tayyip Erdogan.   

 

Someter a referéndum temas tan espinosos es un peligro, sobretodo cuando el resultado es obvio y en aquellas ocasiones que afectan a la convivencia pacífica. Imagínese un referéndum sobre la homosexualidad o los derechos de las mujeres en un país musulmán. Todos vislumbramos el resultado, de modo que algunas libertades que pertenecen a los derechos humanos no deberían someterse a consulta porque resultan discriminatorios, como se afirma desde Naciones Unidas. Uno de los problemas de fondo en este asunto, es que lo que dicta el Corán, resulta en muchas ocasiones incompatible con algunos derechos que en Europa se dan por adquiridos, como los derechos de la mujer o el que la religión se ciña al ámbito privado de las personas.

 

Desde Francia, donde reside el mayor número de musulmanes de Europa, se condenaba el resultado del referéndum suizo con cautela. Según el ministro de Exteriores francés Bernard Kouchner, el resultado del referéndum suizo es preocupante; evitando hacer demasiados comentarios, ya que ellos tienen suficientes problemas con el velo (burka) y la integración de los jóvenes de la banlieue.    

 

Lo triste de este caso es que se trataba de una inicitiva promovida y manipulada por la ultraderecha del país, obsesionada con la idea de islamización del paraíso suizo. En una situación como la actual, no resultó nada complicado para los conservadores del Partido Democrático de Centro (UDC) reunir las 100.000 firmas necesarias para realizar un referéndum a nivel nacional, ya que durante la campaña dicho partido y otros afines, se dedicaron a presentar lo peor del Islam, como puede ser el terrorismo, la charia, la burka o las lapidaciones. El objetivo final era someter a consulta al Islam y su incompatibilidad con la democracia, no la construcción de más minaretes que era de lo que en apariencia se trataba.

 

El objetivo de esta consulta es que la Constitución suiza prohiba tajantemente estas vergonzosas construcciones, según la ultraderecha. No es la primera vez que la ultraderecha suiza realiza campañas tan agresivas contra los inmigrantes; el objetivo final de su odio. Muchos de ustedes recordarán el cartel con las ovejas blancas y una negra en el idílico prado, en referencia a que la inmigración ponía en peligro la identidad suiza y su calidad de vida.

 

Nada menos que 19 de los 23 cantones suizos votaron en contra de tales arquitecturas religiosas. La propuesta sólo ha sido rechazada en los cantones más poblados como Ginebra, Vaud, Neuchatel y Basilea. Lo que se prohibe no son las mezquitas, sino los minaretes de las mezquitas. El minarete o alminar es la torre de las mezquitas desde las que el muecín o almuédano convoca a los fieles a la oración.

 

El término medio entre el multiculturalismo y la asimilación no existe. Desde el punto de vista de un inmigrante, asimilarse en algunas ocasiones puede suponer perder su identidad, algo a lo que mucha gente no quiere renunciar, ya que los rebaja como personas. En cuestiones como estas no existen límites, ni medias tintas. O se permiten construir edificios religiosos, o se prohíben tajantemente.

 

Hoy, numerosos medios de comunicación retransmiten las noticias distorsionadas, quizás porque las noticias poco sensacionalistas no venden. En temas como éste el objetivo no debería ser crear alarma social, sino fomentar la convivencia pacífica, ya que nos guste o no, vivimos en un mundo multicultural en el que la tolerancia hay que formentarla por el bien de todos.   

 

Europa, a pesar de acontecimientos como éste, es la cuna de la democracia moderna, algo que no deberían olvidar cristianos, musulmanes y medios de comunicación.  

 

 

Alcides Pimentel Paulino

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